Si por un momento nos pusiéramos a buscar en el diccionario, que significa la palabra “corrupción”, encontraríamos algunas definiciones, como por ejemplo: Soborno o cohecho, que es la corrupción de los altos cargos del gobierno. También figuran Perversión o vicio, que es la corrupción de costumbres y de menores. Y por último, es la Alteración de la forma o estructura de algo: que es la corrupción de la materia orgánica.
Pero si tratamos de abordar el tema con la debida reflexión, creo que más bien la corrupción va más allá de ser una indeseable tara para los habitantes de una determinada sociedad. Ella en realidad se ha convertido en una especie de “credo” o “ideal” para muchos de los que vivimos en este siglo XXI. Pues, si bien es cierto que vamos avanzando en tecnología y en nuevos planteamientos científicos; también vamos retrocediendo vertiginosamente en el tema de valores, en donde ocasionalmente nuestras convicciones se ponen a buen recaudo, según la dirección donde soplen los vientos.
Dicen de que el Poder corrompe, y que la corrupción indubitablemente está ligada a éste.
Según Lord Acton, connotado historiador inglés del siglo XIX, el primer acto de corrupción debidamente documentado viene desde el antiguo Egipto, donde según se registra en un papiro de la XX Dinastía, en pleno reinado del Faraón Ramsés IX (1142-1123 A.C). Allí se registran las denuncias que Peser (alto funcionario de Egipto) le hizo al faraón, al dejar al descubierto los negocios sucios de Pewero (también alto funcionario) que se había asociado con los profanadores de tumbas, al ponerle un alto precio a su silencio por no denunciar los sacrílegos robos. Aunque en principio, mediante astucias, pudo evadir las acusaciones de Peser, dejándole a éste en ridículo público. Finalmente Pewero fue duramente condenado y Peser logró reivindicar su honra en el reino.
Y así se registraron más actos de corrupción a través de la historia; donde los antiguos griegos y los romanos no fueron la excepción. �
En el caso del Perú, la historia no tuvo porque ser distinta. En la época del Virreynato, podemos mencionar por ejemplo, la administración del Virrey Francisco de Toledo (1569-1582) quien se encargó de atenuar las dificultades que se establecieron en los mandatos anteriores, entre los indios y españoles, a causa del abuso de estos. Reimplantando un sistema más equitativo que asegure la recaudación para la corona, pero al mismo tiempo menos opresiva para los amerindios. Sin embargo, los corregidores (magistrados regionales) se encargaban de alimentar a la burocracia colonial, desatendiendo a la justicia local, y recaudando los impuestos de forma inescrupulosa. Es por ello que los estudios históricos los señala como los funcionarios más abusivos y corruptos de las Indias.
Pero si nos trasladamos al siglo XX, los gobiernos dictatoriales siempre trataron de concentrar un poder absoluto, como en los setentas. Donde el Perú llegó a ser la primera potencia mundial de producción pesquera, generando así millonarias divisas para el país. No obstante, el mismo Estado destinó tales recursos para contentar las arcas de los militares.
Por otro lado la gran producción de la hoja de coca, fue aprovechada por los traficantes, para elaborar la pasta básica de cocaína, la cual batió records de demanda, tanto en los Estados Unidos como en otros países de Europa; lo que hizo, que incrementaran así su poder económico e influencia política; herramientas fundamentales para obtener permanentes impunidades, otorgadas por algunos malos funcionarios del Estado y de la Policía. Pero otro negativo precedente, por cierto olvidado por muchos de nosotros y desconocido por la clase juvenil actual; es sin duda, el primer mandato del presidente García (1985-1990), un gobierno que convirtió al Perú en “país inelegible” por la comunidad financiera internacional. Pues lo dejó brutalmente empobrecido y sin reservas, y con una inflación acumulada de dos millones por ciento. Y ni que acordarse del escandaloso caso BCCI, cuyo funestos actores (Leonel Figueroa y Héctor Neyra), altos funcionarios del BCR cobraron millonarias coimas por depositar 215 millones de dólares de divisas peruanas al mencionado banco panameño. También recordemos la sobrevaloración de los 26 aviones Mirage franceses que el Perú pretendía adquirir. Del que finalmente adquirió solo 12, pero a un precio seis veces mayor.
Pero el gobierno de García quedaría empequeñecido, si de corrupción se habla; en comparación del mandato de Alberto Fujimori, el cual no merece ni reseñarlo, pues todos los peruanos hemos sido testigos presenciales de las más atroces y viles maniobras ejercidas durante su decenio. Paradójicamente no hace mucho, sus dirigentes y lo que queda de ellos, celebraron el cumpleaños de una de sus líderes más importantes; haciendo una coreografía patética de un “Thriller” que haría llorar de espanto a los mismísimos Lon Chaney Jr, Boris Karloff, y Christopher Lee, maestros del terror. Quizá, tal coreografía habría deslumbrado con la participación de los más “siniestros personajes” como: Montesinos, el propio Fujimori, Joy Way, Hermoza Ríos, Villanueva Ruesta, Rodríguez Medrano, Blanca Nélida Colán, la fiscal Mirtha Trabucco, Aljovín Swayne, Ernesto Schütz, Genaro Delgado Parker, los hermanos Winter, Julito Vera Abad, Calmell del Solar, José “Pepe” Olaya, los Crousillat padre e hijo, los hermanos Beto y Alex Kouri, Augusto Miyagusuko, Oscar López Meneses, la fiscal Juana Córdova, Cesar Tineo (juez de la Corte Suprema), Juan Luis Cipriani, Carmen Higaona; en fin. Nos ocuparían muchas carillas más, si continuáramos con tan tenebrosa lista. Y eso, sin contar los actos de corrupción durante las administraciones de Alejandro Toledo y el actual presidente García, que como decían los jóvenes de antes: “tampoco es que hayan pasado piola”.
Por otro lado, la historia universal nos dice que los actos de corrupción siempre estuvieron allí, muy cerca de las cúpulas del poder. Entonces habría que preguntarle a los antropólogos y sociólogos: ¿La corrupción es inherente al hombre? Muchos responderíamos que no, que no todo está perdido; que pese a que contamos con diferentes organismos como: la Comisión de Transparencia, Ética, y Probidad Institucional, la Contraloría de la Republica, y la Defensoría del Pueblo, que acaba de lanzar su programa de Ética Pública y Prevención de la Corrupción, y que a pesar de haberse recuperado una nueva democracia, la cual intenta cumplir su papel lo mejor posible; no es suficiente. Pues ésta problemática necesita una solución seria y sostenida, con propuestas viables y listas para ser implementadas; pero ello no solo depende de los organismos gubernamentales o aparatos del Estado. Básicamente dependerá de la sociedad civil en general, de la empresa privada y sobre todo de los medios de comunicación, que hoy juegan un papel preponderante en la agenda política y de actualidad.
Se necesita recuperar la Responsabilidad Social, que es deber de todos (autoridades y ciudadanía), en base al respeto mutuo y a la vocación de servicio; logrando así, tener el valor de no callar ante la presencia de un acto irregular. Solo de esa manera se podrán implementar los sistemas que puedan controlar la administración de los poderes, su absoluta transparencia y sobre todo un real respeto al mandato constitucional; para así lograr fortalecer una verdadera lucha contra la corrupción.